Inicio Carrusel El curioso cactus mexicano de 1.500 años que resiste en la Cartuja de Sevilla: ¿dónde se encuentra?

El curioso cactus mexicano de 1.500 años que resiste en la Cartuja de Sevilla: ¿dónde se encuentra?

Se trata de un regalo que el país azteca le hizo a Sevilla para formar parte del Pabellón de México en la Expo'92

El sahuaro de la Isla de la Cartuja es un cactus mexicano de 1.500 años de antigüedad que ha resistido el paso del tiempo y se ha convertido en un monumento vivo de la ciudad. Su historia comenzó en 1992, cuando fue trasladado desde el Valle de los Gigantes en Baja California, México, para formar parte del Pabellón de México en la Expo’92. Este cactus, conocido científicamente como Pachycereus pringlei, o más comúnmente como cardón, se destaca por su imponente altura de 15 metros y su longeva vida, y hoy en día sigue en pie en la Cartuja, aunque con señales de desgaste debido al abandono y la falta de atención adecuada.

Un traslado épico

El viaje del sahuaro desde su tierra natal hasta Sevilla no fue tarea fácil. Esta gigantesca planta, que pesa más de 20 toneladas, fue extraída cuidadosamente del suelo desértico de Baja California para no dañar su extenso sistema de raíces, que puede llegar a abarcar hasta 30 metros de radio. Este proceso implicó una operación meticulosa que requería el uso de varias grúas y un tráiler de 30 ruedas, el cual enfrentó varios desafíos en su trayecto por la arena. En su tierra natal, el traslado generó opiniones encontradas. Mientras algunos estaban orgullosos de que un símbolo de su región representara a México en un evento internacional, otros veían este acto como una afrenta ecológica. Sin embargo, esta controversia impulsó la protección de la zona del Valle de los Gigantes, que desde entonces fue declarada «Santuario de los Cardones», una área natural protegida que se ha convertido en una atracción turística.

El viaje del cactus continuó con su traslado en avión. Originalmente, se planeaba llevarlo en barco desde el puerto de Veracruz, pero debido a la urgencia del tiempo, un avión de carga ruso se convirtió en la solución. Así, el 23 de marzo de 1992, el cactus aterrizó en Sevilla después de un viaje transatlántico. Una anécdota curiosa es que durante el vuelo, uno de los técnicos, Alfredo Silvestre, quedó atrapado dentro del avión sin querer, al no entender las instrucciones de los pilotos. Viajó sin pasaporte ni dinero, pero el asunto se resolvió a su llegada a España.

La adaptación en Sevilla

El sahuaro, plantado en el exterior del Pabellón de México en la Cartuja, se adaptó sorprendentemente bien al suelo y al clima sevillano, a pesar de la gran diferencia con su hábitat natural. Y es que según señalan científicos del CSIC, el suelo arcilloso de Sevilla no ha sido perjudicial para el cactus, el cual ha demostrado una gran capacidad de adaptación. Este tipo de cactus gigante suele habitar en terrenos desnudos y pobres en nutrientes, lo que quizás haya facilitado su resistencia en la capital andaluza.

No obstante, la majestuosidad del sahuaro ha sido, con el paso de los años, deslucida por la falta de cuidado en su entorno. A pesar de su gran valor histórico y cultural, el cactus ha sido relegado a un área descuidada que no le hace justicia. Muchos expertos y ciudadanos consideran que sería un gesto necesario embellecer el espacio donde se encuentra y darle la atención que merece, sobre todo considerando que es un símbolo de la relación entre México y España.

Un símbolo milenario

Este sahuaro de Sevilla es más que un cactus, es un testigo de siglos de historia. Según se ha calculado, cuando los visigodos gobernaban la península ibérica y San Isidoro de Sevilla enseñaba, este cactus ya había vivido aproximadamente 800 años en el desierto de Baja California. Esta longevidad no es común en la naturaleza, ya que la mayoría de los cardones vive entre 200 y 300 años. Sin embargo, algunos ejemplares, como este, pueden alcanzar edades excepcionales.

Además de su impresionante tamaño y edad, el sahuaro sevillano representa un ejemplo de intercambio cultural y natural. En su tierra de origen, los pueblos indígenas de la región del desierto de Sonora utilizaban los troncos de estos cactus para construir cabañas, y sus flores y frutos, conocidos como pitayas, se usaban como alimento. Incluso la pulpa de estos frutos se empleaba para hacer un tipo de licor utilizado en ceremonias religiosas.

Treinta años después de su llegada, el sahuaro sigue en pie, pero necesita una intervención urgente para garantizar su conservación. Aunque en 1992 fue un emblema de la Expo de Sevilla y del Pabellón de México, hoy en día su entorno no refleja la importancia de este monumento natural. Con un entorno algo deteriorado, es crucial que las autoridades locales y el público en general tomen conciencia de su valor y actúen para protegerlo y embellecer su ubicación.

 

 

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